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En unos Juegos Olímpicos, hay tres momentos estelares para el impacto audiovisual planetario: la ceremonia de inauguración, la de clausura y la maratón. Son los únicos en los que la ciudad olímpica adquiere una amplia visibililidad; el resto son pistas de atletismo, piscinas, tatamis y otros recintos cerrados que lo mismo podrían estar en Londres que en Sebastopol o Albacete.

La maratón, bien realizada, es una ocasión magnífica para enseñar a todo el mundo rincones y vistas de la ciudad; es extraño que Londres no haya promocionado más esta emisión, generando noticias sobre corredores, recorrido, preparativos…

Las ceremonias de apertura y clausura son dos «prime time» globales que dan a una ciudad y a un país la oportunidad de deslumbrar al resto y generar en un par de horas una impresión positiva que muchas veces cuesta décadas de acciones publicitarias y de marketing. Este artículo de Sports Intelligence explica razonadamente que las cifras reales de audiencia normalmente se sitúan muy por debajo de lo anunciado por los organizadores -4.000 millones de personas-, pero aún así probablemente no muy lejos de los 500 millones. El mundo -desafortunadamente para los programadores- no cena ni duerme a la misma hora, y eso hace que, de momento, la inauguración de Pekín 2008 siga siendo el evento más visto de la serie olímpica.

Las ceremonias de Londres 2012 -pese a su excesiva duración, impuesta por el protocolo olímpico (es totalmente insufrible un desfile de delegaciones de 90 minutos, por ejemplo) han sido en mi opinión excelentes, por varias razones:

* Un concepto narrativo claro, basado sobre iconos culturales e históricos en la inauguración y sobre la música pop en la clausura;

* La subordinación de todos los aspectos de la organización y diseño de las ceremonias a la realización audiovisual. En el estadio hay 80.000 personas, y aunque merecen cierta consideración no hay que olvidar que las ceremonias son programas de TV: quizás los mayores eventos audiovisuales en directo de nuestra cultura.

* Por eso, ambas ceremonias se ejecutaron con un story-board preciso, milimetrado, en el que se reconocían fácilmente cientos de horas de ensayo y un perfecto ajuste entre la acción de cada plano y el efecto buscado. A destacar también la sincronización perfecta entre secuencias pregrabadas (llegada del helicóptero con la Reina y Bond, James Bond; secuencias grabadas en el interior de casas cuyo exterior estaba físicamente en el escenario del estadio, ajustando a la perfección la continuidad entre ambas.

¿Y Madrid 2020? ¿Qué podría hacer?

Este es, de momento, su spot de presentación. En sus hipotéticas ceremonias, Madrid debería, en primer lugar sorprender: hacer algo que no se haya hecho antes -que es lo único que puede dejar un recuerdo imborrable. Pero sería necesario combinar esa sorpresa con los motivos e iconos clásicos de nuestra cultura para que el recuerdo se asociara a Madrid, y en definitiva a España. Y siendo Madrid «propietaria» de un número relativamente reducido de iconos, sería obligado utilizar el amplio espectro de los españoles: el Prado y Velázquez, desde luego, pero también Goya, Dalí, Miró, Picasso… Cervantes, Góngora, Quevedo, Lorca… La historia: convivencia de culturas durante 8 siglos, descubrimiento de América… Sería la ocasión adecuada para actualizar estos dos acontecimientos en clave de diversidad cultural y globalización positiva, borrando del imaginario colectiva las connotaciones de Cruzada y Conquista que tan poco favorecedoras resultan a la hora de hacer negocios internacionales.

Y la propia diversidad de España como carta ganadora: Doñana, Pirineos, olivares, Costa da Morte, Almería, Canarias… ¡Somos el país con mayor variedad de ecosistemas y paisajes de Europa! Monumentos: la Alhambra, la Giralda, la Sagrada Familia, la Mezquita de Córdoba, la Catedral de Santiago, las 4 Torres de Madrid… Gastronomía: Adriá, Arzak, Aduriz, León… y sí: paella, sangría, sardinas, cocido, y tapas, tapas, ¡cientos de tapas! Toros, mejor en el campo. Cualquier referencia a la corrida sangrienta no sería comprendida y generaría un inmenso rechazo global.

Fiestas, todas: Sanfermines, Tomatina, Carnavales, Ferias de Abril y de Agosto, Semana Santa. Y en música, obviamente el Flamenco, el palo más universal de nuestro repertorio. Paco de Lucía es nuestro Paul McCartney, y no menos conocido a escala global. El Flamenco, más allá del tópico, sigue reflejando adecuadamente muchas cosas de España: la alegría, la hondura, el ritmo, la pasión, la entrega.

Pero seguramente, si hubiera un motivo central en la ceremonia de inauguración, este debería ser el Sol. España -everything under the sun- es luz y calor, que a su vez son fuentes de bienestar y calidad de vida. Veo un gran Sol de Miró transformando la noche inaugural en día claro en el momento central de la ceremonia, e integrándose después con los anillos olímpicos…

En fin, todos estos son los elementos de escenografía imprescindibles en el caso que nos ocupa; son los tópicos, sí, pero como decíamos antes deben ser utilizados de una forma absolutamente nueva y sorpredente, incluso transformando el sentido de algunos de ellos, como decíamos. Los tópicos son la materia prima indispensable; pero deben ser utilizados con la misma creatividad que Ferrán Adriá, por ejemplo, aplica a materias primas tan obvias y humildes como una patata o un espárrago.

Y ha de haber un hilo argumental, y no solo una simple sucesión de fotogramas. Una película cuenta una historia; no es un pase de diapositivas. El hilo argumental, la narración que Madrid y España quisieran contar al mundo en caso de albergar los JJOO 2020, es con certeza la decisión más importante y delicada de todas. ¿Quién podría concebir esa historia? Seguramente, un equipo, y no individuo: un consejo de creadores integrado por escritores, músicos, pintores, cocineros, bailarines, arquitectos, industriales, emprendedores y diseñadores.

Para reflexionar sobre esta cuestión -quedan unos cuantos años para el 2020, y que los disfruten con buena salud- recomendamos la lectura de «El Discreto Encanto de la Cultura», obra colectiva dedicada al análisis y exposición de casos de éxito de posicionamiento de ciudades y países a través de la acción cultural.

Por último, sería muy recomendable tener en cuenta que en 2020 el consumo masivo de audiovisual sucederá en dispositivos personales y monitores de alta calidad dotados de interactividad: quizás ésta fuera precisamente la mayor oportunidad de sorprender: una Ceremonia Inaugural Interactiva, en la que la audiencia global pudiera participar, tuitear, skypear, whassapear, compartir, viralizar, recomendar, gustar… ¡Eso sí que no se ha hecho todavía! Aunque de altísima calidad y en HD, las ceremonias de Londres han tenido un componente cero de participación e interacción del público, y eso quizás sean los penúltimos de la historia en hacerlo. Río, y -si así fuera- Madrid, tendrán ya la oportunidad de dirigirse al mundo no sólo como «audiencia», en el sentido clásico del espectador televisivo, sino como «comunidad», en el sentido participativo que marca la nueva era de los medios de comunicación.

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