Gracias a la amable invitación de la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera, asisto a un desayuno informativo con la Real Academia Española de la Lengua. Comparecen amistosamente su Director saliente, José Manuel Blecua, y el entrante, Darío Villanueva, quien tomará posesión el día 8 de enero.
Villanueva nos comenta que será ese mismo día cuando se encuentre con el Ministro de Cultura, José Ignacio Wert, para tratar sobre el encuadre financiero y administrativo de la institución. De todas formas, Villanueva recuerda con orgullo que la RAE nació, y sigue siendo, una iniciativa de la sociedad civil; aproximadamente el 50% de su presupuesto proviene de recursos propios, y el otro 50% de la administración. Los recortes la afectan, sí, pero no la tumbarán, ni mucho menos. Acaba de crear una sociedad de gestión para optimizar su actividad empresarial, que puede llegar a generar muchos más ingresos que los actuales, probablemente por la vía de los nuevos negocios digitales. El ánimo de la RAE no es lucrativo, ni mucho menos, pero no le faltará ni imaginación ni capacidad para subsanar la disminución de aportaciones públicas con iniciativas surgidas desde dentro o con el propio apoyo general de la sociedad civil que le dió vida hace ahora 300 años. (Por cierto, los interesados en contribuír a sostener a la RAE pueden hacerlo a través de la Fundacion Pro-Rae, www.fprorae.es)
La venta de libros en soporte papel es un negocio a la baja en todo el mundo, desde hace varios años, y en tendencia continuada. Las publicaciones de la RAE -fundamentalmente el Diccionario- se ven afectadas por esta tendencia global. El nuevo Director, Darío Villanueva, tiene claro que vivimos un momento de cambio de eje en la generación y difusión de cultura: «Posiblemente la vigésimotercera edición del Diccionario, presentada en octubre pasado, sea el final de una estirpe» -comenta. «Hasta ahora, el Diccionario ha sido un libro -una fina obra de relojería editorial- cuyo contenido se ha volcado a soporte digital. A partir de ahora, el Diccionario será una publicación concebida y adaptada al soporte online; aunque se siga imprimiendo en papel después, el punto de partida será el digital y sus particulares circunstancias y oportunidades».
Un planteamiento así es muy adecuado en una época en la que vivimos una auténtica explosión de producción textual en castellano, inducida por la necesidad de posicionamiento en buscadores a través de contenidos originales. Decían que el siglo XXI sería el de la imagen, pero la simple y potentísima eficacia del idioma para describir e identificar cualquier cosa -razón de ser de Google- ha hecho que lo textual tenga hoy renovada fuerza global.
«De todas formas» -prosigue Villanueva- «no se piense que la RAE llega ahora a lo digital; lleva muchos años trabajando en ello. Desde los años 80 es pionera en la implantación de nuevas tecnologías en el estudio de la lengua, y ello en colaboración con empresas fundamentales del sector, como Microsoft». Animado, Villanueva nos cuenta que el Diccionario de la RAE online aporta curiosos e interesantísimos datos sobre las palabras más buscadas en cada momento, desde cualquier país del mundo. «Curiosamente, la palabra cultura resulta regularmente una de las más buscadas. Aunque es claro que las búsquedas son estacionales también; hace pocos meses, abdicar tuvo «picos» importantísimos en búsquedas.»
Y una anécdota más: los insultos, tan diversos en el léxico español a ambos lados del océano, generan regularmente un buen número de consultas. La palabra puto no significa lo mismo en las dos orillas, y por eso tras cierto partido de fútbol en el que parte del respetable le faltó al mismo a uno de los jugadores, miles de personas acudieron al diccionario online para saber cómo exactamente habían querido ofender al delantero que falló el penalti. También cuando Hugo Chávez insultó a Capriles llamándole majunche se multiplicaron en pocos días las búsquedas de este significado. Está claro que los hispanohablantes, como cualquier vecino, queremos saber «qué nos han llamado», o cómo han insultado a otros por si acaso.
También resultó muy grato oír al director de la RAE manifestar que la escritura adaptada a nuevas tecnologías -SMS, tuits…- no representa ninguna amenaza o perversión para el idioma. «Los manuscritos medievales están plagados de abreviaturas. El pergamino, y el tiempo de los monjes copistas, eran recursos escasos. Cuando en el siglo XIX se generalizó el uso del telégrafo, se suprimieron nexos (artículos, preposiciones…) en los mensajes, pues cada palabra suponía un coste adicional a pagar. » Esto generó el «lenguaje telegráfico», a base de sustantivos, adjetivos y verbos, sin más. Y bien, ni esto ni los manuscritos medievales han supuesto a la larga ningún menoscabo para los idiomas. Gusta oír decir esto a los responsables de una institución cuya cuenta de twitter @RAEinforma tiene más de 700.000 seguidores.
Y más cosas en el desayuno con corresponsales: anécdotas sobre la aversión a la escritura del padre de la filosofía, Sócrates («traiciona la verdadera sabiduría», decía con frecuencia. Da que pensar)
José Manuel Blecua, director saliente, habló menos, pero siempre muy bien. Su labor en estos años ha sido magnífica, hasta dejar un noble poso de cansancio en su voz, que no en sus ideas.
Un desayuno ilustrado, ilustrativo, con pocas imágenes, quizás, pero con mucho sabor literario.