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Madrid, capital del turismo de Europa. Una ciudad que destaca por su arquitectura, su cielo, su hospitalidad y su arte. El Museo del Prado es quizás la referencia más conocida a escala internacional. Lo visitan cerca de dos millones y medio de turistas cada año. Estamos en el corazón de la ciudad, la plaza de Neptuno. Sólo tenemos que recorrer 500 metros a pie para llegar a otro Museo, de características diferentes, y perfectamente complementario. Cruzamos el Paseo del Prado y llegamos, en la esquina opuesta de la plaza, al Museo Thyssen-Bornemisza. Nos recibe su Director Artístico, Guillermo Solana.
La colección fue iniciada hacia 1920 por el primer barón Heinrich. En menos de tres décadas consiguió reunir más de 500 obras, fundamentalmente de pintura antigua. Van Eyck, Van der Wayden, Memling, Durero, Holbein… entre otros muchos. A la muerte del barón, en 1947, la colección se dividió en la herencia de 4 hermanos, pero uno de ellos, el menor, Hans-Heinrich, heredero del título, puso todo su empeño y gran parte de su patrimonio en volver a reunirla comprando las obras a sus hermanos. Una vez logrado este propósito, siguió sumando nuevas obras, orientándose sobre todo a pintura de los siglox XIX y XX: expresionismo, impresionismo, vanguardias, pop, e hiperrealismo. En los años 80, con más de 1.000 cuadros, la colección Thyssen Bornemisza ya era la mayor y mejor colección privada de pintura del mundo. Además, en 1985 comenzó a constituírse la colección de la baronesa, la española Carmen Cervera, que se expone también en el Museo, formando un conjunto deslumbrante.
Hans-Heinrich no quería que la colección volviera a dispersarse nunca más. Tras recibir ofertas de diversos países, aceptó la del Gobierno de España, que compró su colección en 1993, alojándola en este Palacio de Villahermosa; precisamente, la cercanía con el Museo del Prado fue clave en la decisión de la familia de instalar definitivamente la colección en Madrid. Porque los Thyssen-Bornemisza siempre hicieron todo lo posible por abrir su colección al público. El Thyssen es un museo para vivirlo, para establecer una relación directa y personal con más de 700 años de historia de la pintura. Muy pocas pinacotecas del mundo ofrecen una perspectiva cronológica del arte tan completa y lineal.
Además, es uno de los protagonistas de la programación cultural a escala mundial. Las exposiciones temporales forman parte de una activa política de préstamos recíprocos que trae regularmente a Madrid exposiciones de artistas y movimientos fundamentales. Sobran las razones para recorrer los 500 metros que separan a los Museos, Prado y Thyssen. Y puede perfectamente comenzarse el recorrido aquí, en la que fue la más completa colección privada del mundo y es hoy un libro abierto de historia del arte para todos los públicos.
Versión en inglés de la misma pieza locutada
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